lunes, 21 de julio de 2014

“Todos los que están en las tumbas conmemorativas ..... saldrán”. (Juan 5:28, 29)

 
“Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29)
 

  La Biblia muestra que originalmente el hombre tenía la oportunidad de vivir para siempre, pero la perdió por rebelión: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.)
 
  Pero la Biblia también contiene la promesa de Dios de que, en el Paraíso restaurado, “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. (Revelación 21:3, 4; compárese con 7:16, 17.) Dice que la vida eterna, libre de los efectos del pecado, es el propósito de Dios para la humanidad. (Romanos 5:21; 6:23.) Más que esto, promete que las bendiciones del Nuevo Mundo de Dios se harán disponibles a los muchos miles de millones de personas que han muerto en el pasado. ¿Cómo? Mediante una resurrección que vaciará al sepulcro común de toda la humanidad. Jesús predijo con confianza: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. (Juan 5:28, 29)
 
   Hoy día la ciencia médica puede producir “drogas milagrosas” y ejecutar hazañas quirúrgicas que hubieran parecido increíbles hasta pocas décadas atrás. ¿Deberíamos dudar que el Creador del ser humano pueda efectuar hazañas mucho más sorprendentes de curación? De seguro el Creador puede hacer que las personas de corazón recto vuelvan a disfrutar de salud vibrante, y hasta hacer que el proceso de envejecer cambie a uno de rejuvenecer. Y puede hacerlo sin recurrir a drogas, cirugía ni órganos artificiales. En despliegue de consideración, Dios ha suministrado prueba de que esas bendiciones no son demasiado buenas para que las esperemos.

  Mientras su Hijo estuvo en la Tierra, Dios le dio poder para ejecutar poderosas obras de curación. Estas obras nos dan seguridad de que no hay ninguna debilidad, defecto ni enfermedad que el poder de Dios no pueda sanar. Cuando un hombre cuya carne estaba comida de lepra le imploró a Jesús que lo sanara, Jesús, movido por la compasión, tocó al hombre y le dijo: “Sé limpio”. Y, como dice el registro histórico: “Inmediatamente quedó limpio de la lepra”. (Mateo 8:2, 3.) Jesús hizo estas cosas a la vista de muchos testigos, como lo informa el historiador Mateo: “Se le acercaron grandes muchedumbres, teniendo consigo personas que eran cojas, mancas, ciegas, mudas, y muchas en otras condiciones, y casi se las tiraron a los pies, y él las curó; de modo que la muchedumbre se asombró [...] y glorificaron al Dios de Israel”. (Mateo 15:30, 31.) Lea usted mismo el relato de Juan 9:1-21 para que vea lo verdadero y fiel a la realidad de la vida que es el informe histórico de estas curaciones. Estos acontecimientos tienen el testimonio de muchos testigos, entre ellos un doctor, el médico Lucas. (Marcos 7:32-37; Lucas 5:12-14, 17-25; 6:6-11; Colosenses 4:14.)

  Por razones similares, no tenemos que considerar increíble la promesa bíblica de que “va a haber resurrección” de los muertos. (Hechos 24:15.) Hasta años después de la muerte de alguien, su voz, apariencia y acciones pueden reproducirse mediante una película o una cinta de video. ¿No debería poder hacer mucho más que eso Aquel que creó al hombre, quien conoce con precisión la estructura atómica y molecular del hombre? Computadoras hechas por el hombre pueden almacenar y coordinar literalmente miles de millones de datos. Pero Dios creó el imponente universo con sus miles de millones de galaxias, cada galaxia con miles de millones de estrellas. ¡Eso asciende a billones, miles de billones y hasta más! ¡Sin embargo, Salmo 147:4 dice: “Está contando el número de las estrellas; a todas las llama por sus nombres”! De seguro sería sencillo para Dios, con tan enorme capacidad de memoria, recordar las personalidades de los individuos para devolverlos a la vida. (Job 14:13.)

  Además, Jehová proveyó ejemplos históricos para fortalecer nuestra fe en tan maravillosa esperanza. Otorgó a su Hijo poder para demostrar en escala pequeña lo que hará en escala grande durante su gobernación justa sobre la Tierra. Jesús resucitó a varias personas que habían muerto, y generalmente lo hizo a la vista de observadores. Lázaro, a quien resucitó cerca de Jerusalén, hasta había estado muerto por suficiente tiempo como para que su cuerpo hubiera comenzado a descomponerse. Ciertamente la esperanza de la resurrección tiene base sólida. (Lucas 7:11-17; 8:40-42, 49-56; Juan 11:38-44.)*** tp cap. 9 págs. 102-105 párrs. 20-24 ***

 


 


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario